Se dan casos en los que, tras adquirir un vehículo usado, el nuevo propietario descubre daños de considerable importancia en el mismo, ya sean reparaciones defectuosas, podredumbres en los bajos del vehículo o defectos atribuibles al uso negligente que ha soportado hasta ese momento. Estos aspectos pueden suponer una merma importante y peligrosa en la seguridad activa del vehículo.

Es importante reseñar que el comprador de un vehículo no tiene la obligación de ser un experto en la materia ni se le debe presuponer. Por ello, a pesar de que haya revisado y probado el vehículo antes de su compra, el hecho de no detectar defectos importantes no exime al vendedor de sus responsabilidades.

Hemos tenido clientes que tras adquirir el vehículo recientemente, se encuentran con graves problemas de carrocería y chasis. No se trata de simple estética, sino de seguridad. En estos casos existe un grave peligro, tanto para los ocupantes del vehículo como para el resto de los usuarios de la vía pública.

Además, su seguro puede rehusar posibles siniestros por falta de mantenimiento del vehículo, lo que supondría que tanto los daños materiales como los personales producidos a terceros en caso de accidente, puedan ser repercutidos sobre el conductor o titular.

La seguridad vial es un aspecto al que se le debe dar la máxima importancia.